lunes, 31 de octubre de 2011

The Waterboys – Red Army Blues

La primera canción que escuché de The Waterboys siendo consciente de quienes eran sus responsables fue “Fisherman’s blues”. Antes, como le sucediera a casi todo hijo de vecino de mi generación (salvando a los más espabilados), “The whole of the moon” sonó mil veces en la radio de cientos de lugares sin saber, ni importarnos, que los “chicos del agua” estaban detrás de ella. Aún éramos unos niños.
Así fue como en 1988, desde la verde Irlanda de Bono y los suyos, haciendo el viaje en sentido contrario a unos U2 que se estaban comiendo el mundo, se nos presentaron como una banda de folk rock, la idea que ha quedado en el subconsciente colectivo que inmediatamente relaciona The Waterboys con la música irlandesa.
Comencé a buscar sus anteriores trabajos, como siempre, dando palos de ciego. Una oferta del Discoplay, ¿se acuerdan? (sólo se acordarán los que ya no son unos niños), me trajo los dos primeros: "The Waterboys" y "A Pagan Place". Recuerdo recoger el pedido en la oficina de correos del pueblo desde donde escribo y hacer tiempo, y calmar la sed, en un bar camino de casa cuyo dueño tenía buen gusto musical y un giradiscos con el que lo compartía. Al ver el tesoro que guardaba bajo mi brazo, me preguntó si tendría inconveniente… ―“¿The Waterboys?”.
Lo que empezó a sonar por los altavoces era muy diferente de la versión que tanto él como yo conocíamos de la banda de Mike Scott. Había algo en común en el sonido, en la “grandeza”, de algunos temas de su última entrega como “World party” o “Sweet thing” (el mejor tributo hecho nunca a Van Morrison) que ya se adivinaba en estos primeros discos, pero… ¿de verdad eran los mismos Waterboys que desde los prados de Galway se dieron un festín de folk irlandés, de country, de soul y de rock para parir la obra maestra a través de la cual los habíamos descubierto?
La aguja recorría los surcos de “December” y me descubría la BIG MUSIC, aunque, por supuesto, a mis diecisiete añitos, el tema que más inmediatamente me llegó fue el que sonaba tras dar la vuelta al vinilo: “I will not follow”, ¿la respuesta al “I will follow” de U2? En conjunto no era un disco fácil para un adolescente pero tenía algo, una química especial (me ocurre lo mismo con las personas), que me inducía una y otra vez a pinchar “A girl called Johnny” (antes de saber que Patti Smith era su protagonista) y quedarme literalmente exhausto tras el final de “Savage earth heart”.
La segunda cerveza corrió de cuenta de la casa, el segundo disco de la mía, "A Pagan Place" parecía su hermano mellizo, diferentes pero gestados en el mismo acto, aunque vieran la luz con muchos meses de diferencia siempre me los imagino juntos, así los compré y los escuché por primera vez, sólo que éste es, si cabe, más dramático, más intenso, más atractivo, y tiene dos canciones que sonaron un millón de veces en mi cabeza: “A church not made with hands” y, sobre todas, “Red army blues”, con la que la mayor parte de las noches de entonces me despedía del día. La historia es posible que sea ficción, a mí me gusta creer que, tal como me la contaron, está basada en los hechos relatados en una carta remitida al propio Mike Scott por un veterano soviético de la ocupación de Berlín en la II Guerra Mundial. No importa, aún sin nombre ni apellidos concretos, sucedió realmente. El teatro Arriaga envuelto en rojo, Mike interpretando, sintiéndose el protagonista de la misma, la canción que escuché casi cada noche sintiéndome yo el protagonista de la misma. Escribo ésto y me imagino leyéndolo, me veo pueril, pero así era hace veinticinco años, un periodo de la vida en el que las cosas se viven más intensamente. De vez en cuando ese periodo vuelve a nosotros y el martes 23 de octubre de 2007 me emocioné, nadie a mi alrededor lo sabía, era mi canción la que llenaba el teatro, el momento cumbre de una noche que las ocho personas que teníamos tomada la parte central de la segunda fila recordaremos como uno de los mejores conciertos de nuestras vidas, porque en ese momento lo sentíamos como el mejor.

Dos años más tarde repetiríamos (sólo dos de los ocho), de nuevo en Bilbao, esta vez al aire libre, con motivo de la semana grande de la ciudad. Fue muy diferente, menos intenso, menos… espiritual, a pesar de sacarme la espina de un par de deudas pendientes: “Don’t bang the drum” o “Savage earth heart”, hubo algo aquella primera vez que, quienes coincidimos en el teatro sabemos a lo que me refiero, es difícil de describir. La acústica del Arriaga, la luz, la comunicación, la comunión entre la banda y el público, lo a gusto que se veía a Mike en un lugar privilegiado… una suma de elementos que determinó una atmósfera especial, irrepetible. ¿El idealizado recuerdo? Tal vez.
Venían presentando el excelente "Book of Lightning", me atrevería a decir que su mejor álbum desde "Fisherman’s Blues". El concierto se abre con “The man with the wind in his heels”, la guitarra de Mike Scott y el violín de Steve Wickham (¿recuerdan la historia?), las dos únicas caras que se repiten de la foto de Galway, el tiempo parece haberles tratado mucho mejor que a la mayoría de los presentes, la canción es preciosa y, aunque desconocida por su juventud (pertenece a su último trabajo), es la perfecta introducción. Ya con el resto de la banda sobre el escenario, los miembros del ejército australiano – escocés – inglés -irlandés (así vistos por su líder en el sueño en el que interpretan “Raggle taggle gypsy”) hacen un recorrido por toda su discografía, en un principio predominando los temas de su más reciente publicación intercalados sabiamente con nuevos clásicos como “Peace of Iona” e himnos por todos reconocidos como “Glastombury song”. Nadie se acuerda de las “viejas” canciones hasta que un foco ilumina el piano situado justo a la derecha de la batería, las primeras notas de “Old England” nos arrancan un escalofrío a todos los que tenemos "This is The Sea" en la estantería de las putas obras maestras. Un técnico se afana, a los pies de Mike Scott, por arreglar un problema que ninguno hemos podido apreciar. Son momentos que se quedan grabados y que al recordarse se reviven con todos los sentidos, las notas al piano suenan mucho más altas cada vez, el olor de las butacas se percibe más claramente que entonces, la humedad, la luz, el silencio… el silencio… Algo tan sencillo como una canción, apenas dos minutos en el original, la razón de que yo esté ahora escribiendo, de que no tenga estanterías suficientes para almacenar una vida llena de esos dos y pico minutos. Siempre fue muy difícil de entender para quienes me rodeaban.
“Sweet thing” nos enseña que antes de "This is The Sea" hubo un "Astral Weeks". El león de Belfast estuvo presente, pero no menos que Patti Smith, Bruce Springsteen o Bob Dylan. Mike Scott se ha adueñado de parte de cada uno de ellos canalizándolo a través de sus canciones y de su directo. “The pan within” nunca puede faltar, una excursión bajo la piel de quien haya sentido alguna vez, como no puede faltar “The whole of the moon”, reinterpretada en cada gira, o “Medicine bow”, convertida en un duelo de máscaras entre Richard Naiff y Steve Wickham (órgano contra violín) antes del descanso.
Los deseos a veces se hacen realidad: “You in the sky”, la canción favorita de quien me acompañaba pero cuya letra seguro que sentía como suya quien se sentaba junto a él. Ella estaba entonces a su lado, ahora está con él, esas nubes imaginarias ya no se interponen entre ambos. Y un final: “Fisherman’s blues”, el concierto terminó tal y como comenzó esta historia.


When I left my home and my family
my mother said to me
"Son, kill all the nazis that you can
Go set your people free"
So I packed my bags and I brushed my cap
and I walked out into the world
Seventeen years old,
never kissed a girl

We took the train to Voronezh
that was as far as it would go
I exchanged my clothes for a uniform,
bit my lip against the snow
I prayed for Mother Russia
in the summer of '43
and as we drove the nazis back
I really believed God was listening to me

Then we howled into Berlin,
tore the smoking buildings down,
raised the Red Flag high,
burnt the Reichstag brown
I saw my first American
he looked a lot like me
He had the same kind of farmer's face,
said he came from some place called Hazard, Tennessee

When the war was over
my discharge papers came
Me and sixty thousand others
went to Stettiner for the train
"Kiev!" said the Commissar
"from there your own way home"
But I never got to Kiev
We never came back home
The train went north to the taiga
We were stripped and marched in file
up the Great Siberian road
for miles and miles and miles and miles
Dressed in stripes and tatters
in a Gulag left to die
all because Comrade Stalin was afraid
that we'd become too westernized !

I used to love my country
I used to feel so young
I used to believe my life
was the best song ever sung
I would better died for my country
back in 1945
but now only one things remains, but now only one things remains
but now only one things remains, but now only one things remains
the brute will to survive

“Red Army Blues” apareció publicada por primera vez como cara B del Maxi-single de 12’’ “December”, canción ésta extraída de su debut "The Waterboys".
“Parte de "A Pagan Place" procede de unas sesiones grabadas en noviembre de 1982 en los estudios Redshop en el norte de la ciudad de Londres. Otras canciones registradas entonces fueron publicadas en "The Waterboys" y mucho tiempo después en "The Secret Life Of The Waterboys" y en su conjunto podrían constituir un álbum por sí mismas. "All The Things She Gave Me", "Red Army Blues", "Some Of My Best Friends Are Trains", "The Thrill Is Gone", "I Will Not Follow", y otras muchas, son algunas de estas canciones. Los músicos que participaron fueron: Anthony Thistlethwaite (saxofón y mandolín), Kevin Wilkinson (batería), Tim Blanthorn (violín y coros), Ingrid Schroeder (coros), de cuya voz me enamoré cuando la escuché en una demo en la oficina de Ensign Records. Yo me encargué de todas las guitarras, piano y teclados, además de compartir el bajo con Nick Linden de la banda Terraplane. Por entonces no existian The Waterboys como banda, para los ojos de Ensign Records Mike Scott era todavía un artista que iniciaba su carrera como solista.” Mike Scott. [www.thewaterboysband.com]

Después de cuatro años, la poesía de William B. Yeats habla en las canciones del nuevo álbum de The Waterboys. Los versos de “Stolen Child” ("Fisherman’s Blues") le pertenecían, ahora es un álbum entero, "An Appointment With Mr. Yeats", el que nos muestra a un Mike Scott con licencia y valentía para hacer lo que le venga en gana, sin acomodarse, dejando su sello y su clase en cada uno de los proyectos en los que participa, apoyándose estrechamente en el violín de Wickham, tan distintivo del sonido de la banda como la voz de su líder y, una vez más, el único que repite en una formación siempre mutante desde que en 1982 cinco músicos con residencia en Londres grabaran un puñado de canciones en los estudios Redshop.
Forever Young Mike.

4 comentarios:

  1. Mike Scott es uno de los grandes, le tengo en muy alta estima y le veo por encima de las listas y posturitas impostadas, Micke Scott es real y su música es arte. Tsi dijo una frase sobre Mike que me encantó 'es un poeta escondido detrás de un rockero bohemio' o algo parecido. Un recorrido que me ha gustado mucho. Estos días estoy escuchando su nuevo disco y tiene un gran nivel, me encanta. Saludos

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  2. Me encantan!!! Es raro ver a gente jovencita al que le guste The Waterboys, pues yo soy uno de ellos. Ya nocnocía la mítica Whole Of The Moon, y cuando me enteré de que venían en fiestas de Bilbao, me bajé unas cuantas canciones y me engancharon. La cosa es que nadie me acompañaba a verles (a nadie de mis amigos le llamaba la atención), y he tenido que esperar al jueves pasado (19 de abril del 2012) para poderles ver en la sala Santana de Bilbao. Estoy enganchadísimo a su música y el nuevo CD también me encanta. ¡Geniales!

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  3. "...Recuerdo recoger el pedido en la oficina de correos del pueblo desde donde escribo..."

    Me ha encantado el recuerdo a Discoplay.
    ¡¡¡Qué largos que se hacían los días hasta que el pedido llegaba, y lo contento que iba uno a la oficina de correos a recogerlo!!!
    Con qué emoción se hacían las primera escuchas de los vinilos.

    Enhorabuena por el blog.

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  4. Me ha encantado encontrar a alguien que haya disfrutado tanto escuchando los Waterboys. Siempre me he sentido rara porque casi nadie compartía mis gustos. Sólo mi amiga Lola, que es la que me pasó los vinilos de The Waterboys y A Pagan Place, y mi hermano, adicto al Discoplay. Gracias!

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