domingo, 13 de junio de 2010

Ruper Ordorika. Cruzando fronteras

Mi primer concierto fue U2 + Pretenders + UB40 + Big Audio Dynamite en el estadio Santiago Bernabeu. Dieciséis años me gastaba y, obviando algún circo gratuito patrocinado por el Ayuntamiento, esa fue mi primera vez. Y fue la razón, aparte de discos como “The Joshua Tree”, por la que durante muchos años cuando alguien me citaba a los irlandeses yo me persignaba. Ahora he crecido, creo que algo he madurado y Bono... bueno, mejor no hablamos. Sólo tenía intención de decir que desde 1987 hasta nuestros días no tengo ni la más remota idea, ni por aproximación, de cuantos conciertos habré vivido, pero les aseguro que todavía me pueden sorprender. He conocido salas, pubs, bares, estadios de futbol, velódromos, palacios de deportes, escuelas, casas de cultura, teatros... y el pasado viernes el Hall de la estación marítima de Santander, donde atraca el FERRY. Lo curioso es que el concierto tendría lugar mientras se daba de cenar a los asistentes, todos los cuales ocupábamos asiento en mesas, como en Noche de Fiesta.

No sé si Ruper Ordorika era consciente de dónde lo iban a meter. Lo que sí sé es que yo mismo no era consciente de quién era realmente Ruper Ordorika. Claro que conocía su nombre y que canta en euskera, y... poco más. Estoy harto de ver su cara en las portadas de sus discos mientras rebusco en las tiendas de Bilbao (cualquier día se podrá decir en singular “tienda”), pero nunca había sido consciente de estar escuchando una canción del músico, y me gustaría añadir poeta, de Oñati. Una nueva experiencia, normalmente son mis acompañantes los que no saben del artista que yo les recomiendo, esta vez era yo el que asistiría “virgen”, sin apenas haber escuchado nada del protagonista y sintiendo por primera vez ese placer exclusivo de los no iniciados.

Mal día eligió el vasco para tocar en Santander: por un lado el tiempo, un diluvio que no invitaba precisamente a salir de casa; por otro Micah P. Hinson actuaba en la ciudad y la cobertura mediática (radio y periódicos) era casi exclusiva para el americano, además es infinitamente más cool ver a Hinson que a Ordorika, a ver con qué cara le dices a la tribu que has estado viendo a un cantautor vasco ¡por Dios!; y por último están los prejuicios (el idioma para ser más exactos). Bueno, supongo que quien no vino por ese motivo es el mismo que en el País Vasco hubiera ido sólo por ese motivo.

Y me presenté con la corazonada, aunque bien recomendado, de asistir a un gran concierto. Rodri es un tío de fiar (tiene casi tan buen gusto como yo, y no conozco en el mundo a nadie con mejor gusto que yo) y me había dado tres pistas: – “Es incondicional de Bob Dylan y te puede recordar al maestro en su etapa “Oh Mercy” - “Time Out of Mind” (el de las producciones de Lanois), le encanta Richard Thompson y estuvo conmigo viendo a Joe Henry en Mondragón”. A mí me hubiera bastado una sola, pero si a esas tres le añadimos que se trae una banda de rock y que el batería, un tal Hasier es una bomba... no había más que hablar.

Entré un poco desorientado, el hall de la estación marítima era lugar desconocido por mí, no sabía si dirigirme a la derecha o hacia a la izquierda, a la izquierda no, porque estaba lleno de mesas con gente cenando, así que me encaminé a la derecha, hasta que un camarero me indicó que el concierto era justo en el lado contario, que tomara asiento y si quería beber cualquier cosa me lo acercaba con algo de picar. Me abrí paso entre solomillos con patatas y me senté junto al escenario, en una mesa de rojo mantel y vela en el centro, copa de vino en mano y patatas fritas en un platillo. No es mal invento lo de cenar mientras escuchas buena música, pero no sé qué tal le puede sentar a un músico que la gente esté más pendiente de cortar el filete que de tus canciones.
Había más público de lo que mis pesimistas, y pésimos, presagios me indicaron, era de lo más variopinto y de cierta edad. Me hizo sentir diferente, mucho más que otras veces, no pude reconocer a nadie de otras citas (es inevitable cuando somos media docena los que solemos repetir), el viernes Micah arrastró a las caras que todavía no tienen nombre, pero que suelen ser mi compañía de aventuras musicales, hasta que tomaron asiento junto a mí (en realidad en la mesa de al lado) dos ángeles que también ocuparon la primera fila el día de Amigos Imaginarios en el Café de las Artes.

Puntualmente, subieron al escenario Ruper Ordorika, de negro riguroso, de clase apabullante, y sus Mugalaris (para el desconocedor de la lengua vasca, Muga significa frontera), y como explicó el cantante, sus músicos son como una ONG cuya misión es la de ayudar a sus canciones a cruzar fronteras. Como bien sabrá el propio Ruper, las fronteras que más cuesta traspasar son aquellas donde no hay aduanas, y de hecho bromeó, y presumió, con sus próximos conciertos en Berlín y Chequia y que siendo vecinos, en Santander apenas ha tocado unas pocas veces. Se acordó de sus amigos cántabros, algunos presentes en el Hall, y recordó sus actuaciones en el Ave Turuta de Torrelavega y en el Up de la capital, hace muchos, muchos años.

“Martín Larralde” fue la primera de la noche, y también mi bautismo en materia Ordorika. Son muchos años de conciertos, son muchas horas bajo el escenario y uno cree reconocer a un artista de verdad, el viernes tenía frente a mí a uno de los grandes, mi espalda es mi mejor indicador y ese escalofrío no me lo arranca cualquiera, desde las lumbares hasta las meninges, duró lo que duró la canción. Mis circunstancias me habían predispuesto a la emoción, pero les aseguro que con los dedos de la mano puedo contar los artistas que antes me hayan producido esa sensación: Leonard Cohen, Patti Smith, The Waterboys, Elliott Murphy, Tindersticks... Bienvenido al club, Ruper Ordorika.
No era ni el mejor día, ni mucho menos el lugar, aquello por momentos parecía (ya que estábamos en la estación del Ferry) la sala de fiestas de vacaciones en el mar: gente cenando frente a los músicos; en la primera fila tres señoras de cierta edad, la más joven de las cuales dio unas cabezadas terribles, eso sí, se despertaba siempre a tiempo para aplaudir al final de cada canción (el vino y una cena opípara tienen esas cosas...); y el ángel de penetrantes ojos negros , el mismo que en el Café de las Artes guardó el debido respeto, se puso a hablar por teléfono, ¡a un metro de los músicos!, Arkaitz Miner (a la guitarra, mandolina y violín) estuvo a punto de matarla con la mirada, ¡impertinente niña tonta!, que vas de conciertos y te las darás de guay, tenías delante a nuestro Johnny Cash, a Dylan, a Thompson, a Sexsmith, a Lanois... y no lo supiste apreciar.

La banda, ¡impresionante! No estaba el lugar para hacer alardes pero sonaron delicados y contundentes cuando lo tuvieron que ser (mira tú por donde el sonido era muy bueno). Y también uno se da cuenta cuando los músicos no son unos meros comparsas, unos vulgares mercenarios, porque el sentimiento con que hacían los coros y la pasión con la que sentían las canciones tampoco es muy habitual. Y no era ni el momento ni el lugar pero allí había una banda de rock: dos guitarras, bajo y batería, y en ocasiones mandolina o violín. Ni folk, ni canción de autor, ni gaitas, eso es rock y el espíritu era el mismo que sobrevolaba el velódromo de Anoeta cuando vimos a Neil Young. ¿No se lo creen?, ¿que estoy exagerando? Yo por naturaleza soy exagerado, pero a estas alturas les aseguro que no le regalo un adjetivo a nadie, hace tiempo que dejé de dar palmaditas en la espalda, si digo algo (y bien lo sabe mi suegra cuando me pregunta qué tal está la comida) es porque lo siento de verdad. Mejor si no es callar.
Estuvieron casi dos horas encima del escenario y me dejaron con ganas de más. No tengo ni puta idea de euskera, pero la música tiene el poder, y sólo unos pocos autores la magia, de emocionarte aun sin entender. Después de todo, me he pasado muchos años escuchando cantar en inglés y antes de saber qué significaban muchas canciones ya me emocionaba con ellas.

Además, Ruper introdujo alguno de los temas con la traducción al castellano de sus primeros versos. Sin dejar de tocar la guitarra (lo que hace muy bien, por cierto) no hizo más que corroborar que las letras son mucho más que meras canciones, historias de ciudades, de vagabundos, de mirlos negros, de espinas clavadas que no dejan cicatrizar las heridas... Poesía, dura y cruda poesía. No siempre los textos son propios, pero las canciones sí.
“Berandu Dabiltza” fue una de las últimas que interpretaron:

La vida de cada día empezó sin descanso
a derramar cucarachas que parecían carbón
Otis Redding se sentó en el muelle de la bahía
para cantar a los aeroplanos caídos blues band
Las flores de la manzana cogieron fuego
y a mí la nariz me empezó a sangrar
en los servicios públicos de baldosas blancas
mientras leía pornografía...

“Martín Larralde” fue la primera, ̶“Eran tiempos en que a uno lo mandaban a galeras, eran tiempos en los que la gente iba a misa los domingos y rezaba...”

y estos son sus últimos versos:

La gente preparada como para una foto de familia
va a misa con el alma perfumada hasta el empacho...
Nadie deshace el nudo de la memoria
(todo es costumbre, todo es culpa, todo es perdón)
Nadie necesita un bardo
(todo es costumbre, todo es culpa, todo es perdón)
Martin Larralde moría un día como hoy en una prisión,
yacía con los ojos abiertos
diciendo quizás que el cielo es un mar sucio.

Ruper Ordorika ha ganado un fan al otro lado de esa frontera.
Entierren los prejuicios y no se dejen guiar por los dictados talibanes de los que siempre están en posesión de la razón. No se asusten si al buscar la traducción de alguna de sus canciones se encuentran en una página con mensajes de apoyo a ciertos asesinos, es una cruz que muchos artistas que cantan en euskera tienen que soportar.
Simplemente lean esos textos, cierren los ojos y déjense llevar, él es nuestro Bob Dylan, nuestro Johnny Cash, nuestro Tony Joe White, nuestro Man in black.
Y yo casi no sabía de él (o simplemente no quería saber). Es de Oñati y fue uno de los cuatro que fueron a ver a Joe Henry.

En “Hiriak” se acordó de Santander, y ahora viendo el video, les aseguro que en directo gana muchísimo. Otro signo distintivo, hay artistas que con dificultad pueden reproducir lo que los medios del estudio les permiten, hay otros cuyo directo supera con creces sus grabaciones en disco, consiguen que ninguna de sus canciones te suenen igual después de haberlas disfrutado en las distancias cortas. Y aquí también les podría citar algunos: Elliott Murphy, Dayna Kurtz, Marah, Rickie Lee Jones... Bienvenido al club, Ruper Ordorika.
Creo que los rockeros de Santander el pasado viernes se equivocaron de concierto, el ángel de profundos ojos negros también.

P.D. La letra completa de “Martin Larralde” la pueden encontrar en la Land. Un lugar cuyo dueño tiene casi tan buen gusto como yo, y gracias al cual he descubierto al artista motivo de la entrada de hoy y seguro que en el futuro de muchos buenos ratos en compañía de su música. GRACIAS JOSERRA.

10 comentarios:

  1. Ese escalofrío inicial sucede con los grandes y Ruper es un grande.Como te puedes imaginar siento no haber podido ver el concierto en ese ambiente tan curioso...
    A veces esos conciertos son los que más recordamos...yo así ví en Brigthon a Ron Sexsmith con la peña cenando y fue entrañable...aunque los ingleses no hacían ruido al masticar el roastbeef...eso te lo aseguro!
    Por cierto, colgar la entrada sobre Martin Larralde fue la contestación al desayuno con el mail del "previo" a esta preciosa reseña.
    Por cierto ...estos mugalaris hacen la música flotar...
    Lo bueno de Ruper es que entronca directamente con la tradición songwriter del r&roll pero es muy nuestro...no por qué marque el idioma que también sino porque es norteño, discreto, fiel y un tío de puta madre , por cierto.
    Nada que gracias a ti por contarlo...lo esperaba como "agua de junio" que no es poca.Un abrazo.

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  2. Gracia a ti también he descubierto la música y la poesía de Ruper.También por ciertos perjuicios idiomáticos y una mala información,había visto sus discos cientos de veces hasta en las Bibliotecas Publicas del Pais Vasco.Pero no había recalado en su profusión musical...tan lejos y tan cerca... y hablando de redescubrimientos(para mi casi todos),muy buenos grupos y canciones lo que a su vez,tu has descubierto en la emisora Hotel Arizona
    un saludo Cocoblog

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  3. Efectivamente Ruper es muy grande. Además creo que su último trabajo "Garizumako haizea" es de lo mejor que ha hecho. Como disco lo veo completísimo de principio a fin. Y, no sé, es un disco con mucho aire, como si respirará. Me gusta mucho como está grabado. La banda en directo me parece un lujo. Muy delicada y sincronizada. Por último creo que Ruper cada vez canta mejor. Es un tío que he seguido desde el principio y ahora me da la imprensión de verle más atrevido, más suelto.

    He disfrutado ya varios de sus conciertos con nuestro amigo Joserra y espero poder seguir haciéndolo. Espero que vosotros también.

    Para acabar: Qué pena Coco que hayas tenido que dejar de ver a Micah P. No sé si es más cool o no, pero lo vi en noviembre del año pasado y me gusto muchísimo.

    Un saludo

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  4. Joserra López-Larrinaga16 de junio de 2010, 19:42

    Ruper es muy grande. No os perdáis esto:

    http://www.youtube.com/watch?v=H_zNj-Y011M&feature=related

    Es el inicio del disco "Gaur" (año 2000), grabado en directo en el Kafe Antzokia de Bilbao (un álbum muy recomendable para iniciarse en la musica de Ruper y para escuchar con cascos en paseos solitarios de última hora).

    Un saludo cordial desde Bilbao.

    Joserra.

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  5. Grande, sí señor. Si te ha gustado, no te lo pierdas en el Kafe Antzokia. Los conciertos de Ruper más mágicos de los últimos años los he vivido en este local de Bilbao. Ruper se sale y acude todos sus incondicionales.
    Por cierto, las dos letras que comentas son de Bernardo Atxaga (Berandu Dabiltza) y Joseba Sarrionandia (Martin Larralde). Hiriak también es de Sarrionandia.

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  6. Perdona el cruce Coco...
    Tocayo López-Larrinaga...me has tocado la fibra...Fas fatum...dios Fas fatum...palabras mayores y directamente una entrada.
    Eso de la conexión Oñati-Lisboa...Hiriak, Ciudades...Si es que Ruper canta a los mejores y sus letras también son buenísimas.

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  7. Por supuesto que acudiré a ver a Ruper Ordorika, siempre que pueda, en Bilbao, en Santander y en Tombuctú. Su último disco, escuchado después de haberme presentado sus canciones en directo, es una maravilla.
    Pero, a pesar de tan curioso lugar, creo que el hecho de haberlo visto fuera de las fronteras de Euskadi hizo posible que muchas de sus canciones me calaran más hondo: las explicaciones en castellano antes de cada tema y, sobre todo, la introducción traducida de la primera estrofa de alguno de ellos, hizo que tomara conciencia de la belleza y la profundidad de las letras. Y eso, que como el propio Ruper piensa, creo que no es necesario entender lo que dicen las canciones para que éstas te puedan emocionar. Los Mugalaris hicieron el resto.
    Fas Fatum es un temazo (no lo interpretó en Santander). Cuanto más indago en su discografía mas me seduce.

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  8. Joserra López-Larrinaga28 de junio de 2010, 14:12

    Otro joyita de Ruper:

    http://www.youtube.com/watch?v=nEHsvstli00&feature=related

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  9. Hola,

    Por si os interesa, el propio Ruper está cargando videos de sus canciones subtituladas para entender el texto en YouTube. Ruper Ordorika en YouTube

    Saludos y hasta pronto.

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  10. No puedo parar de escuchar Martín Larralde. Esa canción me tiene hipnotizado.

    Muy de acuerdo en todo lo que se dice, Ruper es especial. Y lo dice uno que tampoco tiene ni papa de euskera.

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