sábado, 29 de mayo de 2010

Jeff Buckley – Hallelujah

Hoy es 29 de mayo. Supongo que no es muy original dedicarle una entrada a Jeff Buckley. Ha sido una casualidad, una petición que yo gustosamente he querido complacer, pero retrasándola lo suficiente para que coincidiera con tan trágica fecha.
A estas alturas, trece años después de su muerte, son miles, posiblemente cientos de miles, los blogs, webs y, por supuesto, los artículos impresos, que se han podido escribir sobre su figura. Así que no voy a contar nada que no se haya dicho ya, posiblemente, con mejor prosa y más información que yo.
El caso es que hablando con un amigo... (Tengo que puntualizar que la mayoría de mis amigos no tienen mucha idea de música, pero casi todos, lo que sí que tienen es muy buen gusto, están siempre abiertos a mis recomendaciones). Decía que hablando con un amigo, me comentó que había escuchado una canción y que era incapaz de quitársela de la cabeza, – “si, hombre, esa tan conocida del Hallelujah”. ¡Qué jodido! La del Hallelujah... Le digo que el autor es Leonard Cohen, cuando éste me replica que no, que sabe muy bien quien es Leonard Cohen y no era quien sonaba en la radio. Como la conversación hace ya unos cuantos días que tuvo lugar, y considerando que mi amigo vive en Bilbao, caí en la cuenta de que se tenía que tratar de Rufus Wainwright (Rufus actuó el pasado 9 de Mayo en el Euskalduna, así que es más que probable que su versión fuese la emitida a través de las ondas). –“Bueno esta canción la han versionado cientos de artistas, pero entre todos, Jeff Buckley la hacía especialmente estremecedora", le respondí.
Hubo un antes y un después de la versión que fue incluida en su debut discográfico, en realidad hubo un antes y un después de Jeff Buckley.

Tengo que reconocerles a mis amigos su capacidad de sacrificio para aguantar mis monólogos musicales. A veces, me doy cuenta a tiempo y corto, pero en esta ocasión el tema Jeff Buckley parecía interesarles de veras (a mi amigo y a una tercera, fémina ésta, cuyo interés aumentó cuando comenté que el tío, además de cantar como nadie, estaba bueno de cojones). No obstante, conocedores de mis nulas habilidades como orador, me emplazaron a dedicarles una entrada en el blog. Va por vosotros:

A partir de aquí, cualquiera que conozca cómo se las gastaba el hijo de Tim Buckley (con quien apenas tuvo un encuentro después de que los abandonara, a él y a su madre), supongo que puede dejar de leer. Le remito a futuras entradas en las que tenga algo nuevo que contar. Pero si eres de los que, como mis compañeros de conversación, nunca habías oído hablar de Jeff o, si lo conoces pero, quizás por dejadez, quizás por juventud (hace trece años de su desaparición) no te has acercado lo suficiente, espero que mis palabras te inciten a descubrirlo.

Muy pocas veces mi mujer y yo coincidimos, siempre hay una excepción: la pérdida de Jeff Buckley es irreparable. Me temo que sé por qué lo dice y no está relacionado con su capacidad vocal o su talento como compositor.
En 1994 entregó al mundo GRACE. Una obra difícil de catalogar que puso de acuerdo a toda la crítica y a buena parte del público: esa voz era lo mejor que le había sucedido al mundo de la música en mucho tiempo. Era especial, le gustaba grabar en directo, con la banda tocando simultáneamente, y a ser posible, en una toma, sin trampa ni cartón. Era un compositor fabuloso, pero cuando se encaraba con una versión ajena, la retorcía hasta hacerla suya. Después de él, ¿a ver quién se atrevía con la canción? Eso sucedió con “Hallelujah”. De hecho, mucha gente reconoce la canción como suya.

A la derecha de esta página hay una serie de álbumes que me llevaría a una isla desierta (socorrida metáfora para referirnos a los discos que de verdad nos importan). Faltan muchos, se irán añadiendo, no siempre nos acordamos primero de quienes más queremos. Supongo que a nadie le preocupe en exceso, pero sólo quería señalar que de quedarme sólo con uno, aunque no figure el primero de la lista, es posible que fuera GRACE. A lo largo de la historia son muchos los álbumes más influyentes y trascendentes, se me ocurren unos cuantos sin pensarlo: “Revolver”, “Highway 61 revisited”, “Exile on main street”, “Born to run”,... pero la emoción que transmite el debut de Jeff Buckley es muy difícil de conseguir, imposible de describir. Te guste el estilo que te guste, aunque no te guste la música, si escuchar el álbum no te pone la carne de gallina, entonces es que no tienes alma.
Nos quedará siempre la duda de si pudiera haber superado tamaña obra. Yo soy de los que piensa que Van Morrison nunca superó “Astral Weeks”, pero seguro que más de uno me lo discutiría. Y aunque así fuera, el destino y el Wolf River, nos privaron de ello, y nos privaron de su Moondance, de su Tupelo Honey, de su Veedom Fleece..., nos privaron de su genio.
Y esta maravilla fue un descarte del álbum.

Jeffrey Scott Buckley (17 Nov. 1966 - 29 May. 1997)

viernes, 28 de mayo de 2010

Supertramp actuarán en el BEC

Todo en esta vida tiene un punto de partida.

Hoy se han puesto a la venta las entradas para ver a Supertramp. Nada es como lo era en 1974, yo casi no había nacido en 1974. Nada es como lo era en 1983, cuando Supertramp dejaron de ser Supertramp. Pero un cosquilleo en el estómago me ha impulsado a comprar la entrada.
Todo sea por aquellos maravillosos años.
Con 14 recién cumplidos, un buen amigo entonces, ahora un cabo suelto*, pero nunca olvidado, me llevó a casa de un hermano de su cuñado. Yo creo que tenía intención de impresionarme y... ¡lo consiguió! La familia de su cuñado vivía en una casa cuya planta baja era el cobijo de cientos, miles de discos. Antes no tenía idea de lo que podían ocupar cien o doscientos discos, no se crean, tampoco ocupan tanto, así que ahora tengo la certeza de que allí había, por lo menos, dos o tres mil vinilos, es posible que más. Era como un pozo de los deseos: -“Piensa en un disco y casi seguro que está”, le gustaba fanfarronear a mi amigo. Yo por entonces tampoco tenía muchos discos en los que pensar, pero no le faltaba razón. Recuerdo claramente la portada del “Street Legal”, recuerdo que tenía más de veinte discos de Bob Dylan, discografías completas de The Beatles, Rolling Stones, Dire Straits..., no sé, seguro que había mucha más enjundia en aquellas estanterías, donde no había enjundia era en mi cabecita, así qué no me pregunten por Leonard Cohen, Van Morrison o Neil Young, ellos todavía no existían para mí.
Todo mi equipaje de aquel día eran unas cintas TDK de 60’ y 90’ y de vuelta una de ellas llevaba grabado el “Paris” de Supertramp. Lolo, así se llamaba mi amigo (y si Dios no lo ha querido de otra manera, así se seguirá llamando), frecuentaba el lugar con el permiso de su cuñado y se grababa cintas casi todas las semanas. Era Heavy (y si Dios no lo ha querido de otra manera, lo seguirá siendo), y aquel día se grabó un doble en directo de Judas Priest. A mí, en cambio, me recomendó Supertramp. Estamos hablando de muy principios de los ’80 y grabar una cinta conllevaba escuchar el disco en tiempo real, estar atento para darle la vuelta y volver a pulsar el pause. Desde las primeras notas de “School” yo ya tenía claro que mi grupo eran Supertramp (que fácil es tener las cosas claras cuando tu horizonte lo puedes tocar). Ese día nació mi pasión por la música. Palabra. Gracias Lolo, supongo que te lo debo a ti.
Hubo más visitas al lugar, y más cintas: Dire Straits, Mike Olfield, Judas Priest, una recopilación de The Beatles..., pero les aseguro que ninguna dio tantas vueltas en el walkman como “Paris”. De hecho, mis primeros ahorros, de pagas y pagas posteriores, fueron invertidos en un pedido al Discoplay: “Crisis, what Crisis?” (pedido compartido para pagar los gastos a medias), y poco después:“Even in the quietest moments” y “Supertramp”. Esas cintas fueron las primeras, todavía las conservo, no me atrevo a ponerlas.
Los tiempos han cambiado, y mucho. Mis gustos han evolucionado, muchísimo. Y Supertramp han decidido celebrar el 40 aniversario del lanzamiento de su álbum homónimo (también conocido como “Now & Then”) con una gira mundial que arranca en Alemania y pasa por Bilbao, bueno, por Barakaldo. Han pasado ya 40 años desde que un mecenas holandés decidiera apadrinar la carrera como músico de Rick Davies y éste a través de un anuncio reclutara, entre otros, a Roger Hodgson. Pero esa historia es muy larga y....
El 17 de septiembre Supertramp (en realidad parte de su formación) actuarán en el BEC. El chavalillo que iba con su amigo Lolo a grabar cintas tiene una deuda pendiente con el grupo que, sin querer, fue el principio de todo. Escuchar esas canciones casi treinta años después es posible que me haga brotar algún que otro lagrimón. Y será el 17 de septiembre, justo un año después de que Leonard Cohen me hiciera llorar de verdad, pero esa es otra historia y...


* Esta metáfora se la debo a la canción del mismo nombre de Amigos Imaginarios

El Regreso de Arcade Fire

Desde hace tiempo se sabe que este año habrá nuevo disco de Arcade Fire, y definitivamente parece que será el 3 de agosto la fecha de su lanzamiento. Llevan, como The National, más de dos años trabajando en él. Ha sido el secreto mejor guardado del mundillo musical, hasta que Marcus Mumford se “chivó”. El álbum de Mumford & Sons (recientemente comentado por aquí) tuvo como productor a Markus Drav y, en una entrevista, al lider del grupo londinense se le escapó que Drav llevaba meses trabajando en el nuevo disco de Arcade Fire (ya lo hizo en el anterior, el magnífico Neon Bible).
¡Menudo año! Todavía no estamos en junio y la lluvia de álbumes memorables me está empapando más que nunca en mi vida. Tendríamos que remontarnos a 1967 o a 1972, muchos no habíamos nacido entonces, pero ahora lo estamos viviendo y no nos engañemos, gracias a internet lo estamos oyendo.
Ni tan siquiera es seguro el título, aunque se baraja el de “The Suburbs”, que también es el single de adelanto. La banda, con un ingenioso (y discutible) método, había adelantado fragmentos de dos de las canciones, que en su propia web giraban como vinilos rayados y con saltos: “The Suburbs” y “Month of May”. Pero en la red, el que no corre vuela y ya se pueden escuchar ambas al completo (con bastante mala calidad, eso sí). La primera me hace presuponer OTRA PUTA OBRA MAESTRA. Esperemos al resultado final.

Supongo que el video sea desactivado en breve por los tan escrupulosos garantes de los derechos de autor. Así que, hasta agosto, esta actuación para la BBC nos sirve de ansiolítico. Se van a hacer duros estos dos meses.

Presumiblemente los únicos que podrían desbancar a The National de la primera posición de las emociones fuertes.

jueves, 27 de mayo de 2010

ROCKY VOTOLATO – True Devotion

Días soleados se estropean con tardes de lluvia casi torrencial. No sé en el resto del mundo (ni me importa), pero al menos en Santoña, desde hace una semana amanece con un sol que te alegra el día, por muy jodido que andes, y a eso de las siete de la tarde comienza a llover. La sensación primera es agradable, el olor del asfalto mojado y el agua que se evapora sin darse tiempo a penetrar en el alquitrán, hasta que, cuando te quieres dar cuenta, estás calado hasta los huesos, comienzas a tener frío y el cuerpo te pide un café. La cerveza planeada podrá esperar hasta mañana.
Gracias a ese café, y a la lluvia que arrecia al otro lado de los cristales, Rocky Votolato ha tenido estos días más protagonismo del que se le supondría a un álbum como “True Devotion” con la llegada de la primavera. En realidad es el disco perfecto, íntimo y crudo, pero con un poso de optimismo, el mismo que te hace pensar que mañana volverá a lucir el sol.
Y la culpa de que “True devotion” haya ocupado mis últimas tardes la ha tenido el concierto del pasado viernes. Un disco que no había escuchado con la suficiente atención, pero que un diálogo robado al viento me hizo redescubrir. En los instantes previos al concierto de Dayna Kurtz, tras buscarme un hueco en la tercera fila, y mientras me repetía: -“voy a disfrutar de la mejor voz que nunca haya oído sobre un escenario”, escuchaba (sin querer) la conversación de quienes estaban sentados detrás de mí. No soy especialmente curioso pero, muchas veces, la soledad te hace reparar en personas, conversaciones o situaciones a las que no habrías prestado ninguna atención de haber tenido alguien con quien hablar, o simplemente a quien mirar:
–“...tienes que escuchar a Rocky Votolato”
–“¿Rocky Votolato?, ¿y quién es Rocky Votolato?”
– “No te procupes, la verdad es que nadie lo conoce...”

Estuve a punto de girarme y decirles que yo lo conocía y, de paso, recomendarle al segundo de los interlocutores que hiciera caso a su amigo.
Tampoco es que yo lo siga desde el comienzo de su carrera (No es un recién llegado, lleva publicando discos en solitario desde 1999). Tan sólo hace tres o cuatro semanas, una recomendación de Roi, el capo de Ilike Magazine (revista de arte, música y literatura muy recomendable), y a quien conocí a través de este blog, me puso sobre la pista.
Una guitarra, una gran voz y poco más. ¿Hace falta más? Das un golpe de ratón, dos palabras en el Google y aparecen varios centenares, quizá más, de cantautores. Todos tienen historias que contar, todos son auténticos y, seguramente, tienen detrás una hoja promocional que lo cuenta con todo lujo de detalles. Pero esta vez es verdad, esta vez menos es más: una guitarra, una gran voz y poco más, no le hace falta nada más.
Los diez temas de “True devotion” se nos muestran prácticamente desnudos: una tímida batería, una armónica o un cello, son toda la vestimenta añadida de unas canciones que ganan con cada escucha, y no es que les descubras nuevos matices, es que cuanto más las escuchas más te emocionan.
Es posible que la lluvia y mi estado de ánimo hayan contribuido para dejarme atrapar por este disco, pero el diálogo arriba referido se repetirá conmigo de protagonista (lo jodido será encontrar a quien me escuche).
Tras “Lucky clover coin”, “Fragments” ya te pone en alerta, no se trata de otro disco más, este tío tiene cosas que decir y sabe como hacerlo. Con lo justo. Resulta inevitable no pensar en Elliott Smith, “Sparklers” parece salida de su cancionero, y también me viene a la memoria un artista recientemente comentado por estos lares, Josh Ritter. “Red River” y “Sun Devil” son las dos únicas del lote que se visten para la ocasión, las dos únicas donde la batería aparece sin reparos (incluso el piano en la segunda), dos singles en nuestra particular emisora de irrealidad. El resto se nos muestra casi tal cual fueron concebidas, apenas una armónica (en “Instrument”), alguna que otra guitarra y el cello con el que se abre “Lucky clover coin” y se cierra “Where we started”.



Everything is right, Everything is wrong
Sparklers only burn for so long
I’m a pendulum that swings
Trapped in the disappearing
Of a setting sun, the moonlight at dawn
A book of matches burning in its own reflection
Everything is right, Everything is wrong
Letting go is the best way to hold on
So watch the light dance in the dark until it’s gone
Sparklers only burn for so long

Todo está bien, todo está mal
Las bengalas sólo arden durante mucho tiempo
Yo soy un péndulo que oscila
Atrapado en la desaparición
De una puesta de sol, la luz de la luna al amanecer
Un libro de cerillas que se quema en su propia reflexión
Todo está bien, todo está mal
Avanzar es la mejor manera de permanecer
luego, observa la danza de la luz en la oscuridad hasta desaparecer
Las bengalas sólo arden durante mucho tiempo.

Gracias por la recomendación Roi.

sábado, 22 de mayo de 2010

Dayna Kurtz – CASYC, Santander

Quién haya leído más de tres entradas en este blog puede llegar a creer que comulgo con ruedas de molino, un tipo feliz al que no hay concierto que no le ponga la carne de gallina. Y no se trata de eso, se trata sencillamente de que cuando creé el blog, precisamente tras un concierto, lo hice con una regla autoimpuesta: la de no hablar mal de nadie, la de hablar sólo de los discos que me gustan y describir los conciertos que me resulten verdaderamente emocionantes. Y esa regla que he respetado hasta hoy es la razón por la que nunca hablaré del último disco de Josh Rouse (artista del que tengo toda su discografía... hasta este año) o de la última entrega de Midlake (que con su “Trials of Van Occupanther” creía que me habían conquistado para siempre), y es la razón por la que alguna que otra vez he asistido a actuaciones luego no comentadas. Es tan sencillo como que no soy crítico ni plumilla de ninguna revista, soy un simple colgado por la música que escribe de lo que le da la gana, tratando vanamente de encontrar palabras que ayuden a hacerse una idea de a qué suena tal o cual artista y, en ocasiones, a que se retuerzan de envidia todos los que no hayan asistido a un concierto que previamente les haya recomendado.
Pero hoy voy a hacer uso de tan socorrida frase, esa de “No hay regla sin excepción” y, ¿por qué no?, esa otra de “Entre el amor y el odio...”, bueno esa no sé ni como acaba.

Ayer me acerqué un poco enfadado al teatro CASYC. Hace casi dos meses que compré la entrada para ver a Dayna Kurtz: fila 1, asiento 9, precio 22 + 1,30 € de gastos de distribución. Siempre me ha hecho mucha gracia eso de los gastos de distribución. El mundo se está volviendo loco, te compras una entrada dos meses antes y te cuesta más cara que el día del concierto, al revés de como había sido toda la vida. Leo en el periódico que cuesta 16 € para los clientes de Caja Cantabria y 18 € para el resto de los mortales (esa es otra, las putas entradas que compras en el cajero, que parecen tickets de la compra, y encima te cobran gastos de distribución, ¡hijos de ....!). ¿Por qué dice el periódico que cuestan 18 cuando yo me he gastado 23,30? Y no se trata de un problema de dinero, los casi 90 € de Leonard Cohen fueron los mejor invertidos de mi vida y, ¿qué les voy a decir de los 5 € de Amigos Imaginarios? No se trata de dinero, se trata de que dejen de engañarnos y de que se metan los gastos de distribución por el culo, y los de gestión, y los de representación, y los del impuesto municipal. Se trata de que pongan el precio final y ya está, y se trata de que quienes, con la compra anticipada, les estamos haciendo saber que asistiremos pase lo que pase, paguemos menos por ella.
También tengo que confesar que cuando compré la entrada, lo hice pensando que la neoyorquina vendría acompañada por un grupo. Todo indicaba a ello: por un lado el alto precio (Sí, alto, porque aunque es una artista como una montaña, hay que reconocer que relativamente desconocida salvo en el ámbito de los enteradillos. La gente de a pie no tiene ni remota idea de quién es Dayna Kurtz, por mucho que salga en el periódico. Una injusticia pero una realidad); y por otro lado, por celebrarse el concierto en el CASYC (los otros dos del ciclo desconciertos han sido de bandas: Giant Sand y Cracker, el resto, de artistas más íntimos, por llamarles de alguna manera, se han celebrado en el Café de las Artes). Así que fue un pequeño chasco que viniera sola, creo que El Café de las Artes hubiera sido lugar más apropiado, y seguramente ella misma se hubiera encontrado más a gusto.
Y estaba un poco molesto por la campaña que está haciendo Dayna para recaudar fondos. Uno tiene la idea romántica del artista que se abre camino a base de esfuerzo y de conciertos y no del que pide dinero a través de la red.

Estamos atravesando una crisis cojonuda, a nivel mundial, y queda mal que nadie pida dinero para editar un disco. Aun así, allá cada uno con sus euros, incluso sentí la tentación de hacer una pequeña donación, para lo cual me di un paseo por la página correspondiente (www.kickstarter.com). A fin de cuentas, soy fan y puedo comulgar o no con sus procedimientos, pero amo su música y tengo todos sus discos publicados hasta la fecha (originales, por supuesto). Pues bien, necesita 12,500 $ para pagar las deudas pendientes y hasta otros 12,500 para ver cumplido su sueño de editar el álbum en vinilo. A cambio, para quien done 10 $ (cantidad mínima) tres canciones inéditas (en la modalidad de descarga), para quien se atreva con 25 $, además, una copia autografiada de su “American Standard”, y la oferta sigue creciendo (el regalo de una cover, un concierto en tu propia casa, una canción escrita a la persona o la situación que elija el donante...) hasta los 10,000 $. Como pueden imaginar, mi donación no iba a ser de muchos dólares, pero... Te pones a pensar en otros artistas, Amigos Imaginarios por ejemplo; ellos regalan su disco por la red, no estamos hablando de 10 $ por tres canciones sino de nueve canciones por el morro; dan conciertos (y ellos son cinco sobre el escenario) cobrando muchísimo menos por la entrada; por 12 € te autografían un maravilloso vinilo, por 8 € el Cd; y te preguntas ¿por qué Dayna no ficha por Rock Indiana y deja de llorar? Bueno, finalmente persuadido de no hacer la donación, me dirigí camino de Santander. Iba a ver (por supuesto a oír) a una de las mejores voces que nunca haya disfrutado en directo.

Esa mala hostia inicial, parcialmente paliada por un vino antes de acercarme al teatro, se multiplica por dos al acceder a la sala. La chica de la entrada (a la que supongo una trabajadora sin culpa alguna) nos dice: – “elijan sitio”, ¿como que elijan sitio? Tenemos entrada de primera fila. –“Es que hemos cambiado de sala, para que todo sea más íntimo”. Me dan ganas de pedir el libro de reclamaciones, pero... ¿Qué más da? Venimos a ver a Dayna Kurtz. Me jode un poco toda esta historia, pero ¡pelillos a la mar! Dentro de cinco minutos hará acto de presencia la mejor voz que yo haya oído sobre un escenario. Mirando a mi alrededor, el panorama no es muy alentador: estamos en una especie de salón de actos, justo a mi izquierda el aparato del aire acondicionado hace bastante ruido, y la mayoría de las primeras filas son ocupadas por mucha permanente y mucho tinte para tapar canas, e incluso algún que otro abanico ayuda a paliar los efectos de los calores del día (me da que los directivos de Caja Cantabria se han traído a su mujer, ¿habrán pagado los 23 € que costaba la primera fila?). Este público no tiene nada que ver con el que hace poco más de cinco años disfrutó de Dayna Kurtz arropada por los Tarantula en el Rocambole, tampoco con el de hace tres en el Azkena bilbaíno, y muchísimo menos con el que hace un par de ellos se quedó con la boca abierta en el Café Antzokia de la misma ciudad. ¡Qué más da! Venimos a ver a la mejor voz que nunca haya oído sobre un escenario. Me lo repito como un mantra. La entrada es pobre (no creo que se deba a que ese mismo día actúe Serrat en la ciudad) y pienso, nuevamente, que en el Café y con otro precio hubiera llenado la sala.

Llegado el momento, la dama del soul, del blues, del jazz, del country, del folk y del rock, la inclasificable Dayna Kurtz, accede al escenario por un lateral. Tengo la certeza de que, en cuanto comience a cantar, todas las tonterías previas se me habrán olvidado (hay días que uno se levanta con el pie cambiado y no hay nada como un poco de buena música para olvidarte de todas las chorradas). “Invocation” es el tema elegido, pertenece a su último trabajo (en mi opinión el peor de sus cuatro álbumes), no me gusta el sonido de la sala, me da la sensación de estar escuchando una grabación en mp3, ¿metálico? Aun así, esa voz es la de siempre, la que nos conquistó en el Rocambole, la que hizo callar a los alumnos del Euskaltegi en el Antzokia, porque ante semejante don no se puede hacer otra cosa más que callar. Y sin embargo, echo en falta algo, llámenlo sentimiento, alma, emoción, quizá simplemente se trata de que las canciones de su “American Standard” no me han llegado como las anteriores. Así transcurren los primeros compases, hasta que le llega el turno a “It’s the day of the atonement, 2001” y una Dayna rabiosa, cantando separada un metro del micro (sonando mucho mejor que cuando lo hace directamente) redime sus pecados, yo le doy mi perdón y recobro la confianza en la cantante que había visto en tres ocasiones anteriormente. Pero ha sido sólo una ilusión, el concierto vuelve a decaer, tiene canciones como catedrales, tiene una voz penetrante, grave, negra, toca la guitarra de manera diferente, especial, y sin embargo, hoy... la sensación es de cumplir el trámite. Está menos comunicativa que nunca, ella, que siempre se esfuerza en hablar un espanglis criollo, hoy no se molesta casi ni en presentar las canciones, habla tímidamente, casi sin acercarse al micrófono y diciendo alguna palabra en castellano como para cumplir, pero no es la Dayna de las otras veces. Se confiesa cansada y creo que ella misma se sorprende de la respuesta del público, entregado desde la primera nota y aplaudiendo largamente tras cada tema interpretado. Siento las mismas vibraciones que cuando vi a Madeleine Peyroux en San Sebastián: el público entregado, grandes canciones y... muy poca chicha. Ataca “Venezuela” sin explicar el contenido del sueño que motivó su composición (una historia que siempre gusta de contar) y su –“..lo sientooo Fernando” no me lo llego a creer. “Nola” apenas la presenta, la canción que dedicó a New Orleans antes de que el Katrina hiciese de las suyas y que en otras ocasiones nos describió como una relación entre un hombre: New York y una mujer (a little puta): New Orleans, pero hoy no hay historias que contar. “Miss Liberty” es otra cresta en el show, otra vez saca a relucir la rabia, vuelvo a recobrar la fe y estoy a punto de gritar. –“I love your music Dayna”, me reprimo, y su respuesta a mi imaginaria afirmación es –“con esta canción voy a terminar” ¿Cómo? Ante la extrañeza del público, pregunta qué hora es. Apenas lleva una hora sobre el escenario (siempre sentada) y responde con un desganado (pero que intenta hacer simpático) –“una hora y media es suficiente”. ¡La madre que...! “Joy in Repetition”, la canción de Prince, la misma que nos puso la carne de gallina en el Rocambole, la que nos emocionó en el Azkena, la que hizo callar a las juveniles hordas que asistieron al Antzokia, la canción que la pasada gira servía para abrir los conciertos, es la encargada de cerrarlo. Suena menos apasionada que nunca, a pesar de lo cual sinceramente, creo que Prince debería dejar de tocarla, porque Dayna la ha hecho suya y hasta en su más floja interpretación, suena siempre emocionante y mejora el original. Parte del público está realmente impresionado. Quizás sea que yo tengo con qué comparar y sé que ella puede dar mucho más. Si hubiera sido mi primera vez, posiblemente también aplaudiría a rabiar. No lo sé.
En el bis, nos regala “Love gets in the way”, un clásico, su clásico. Siempre estremecedora, una de sus primeras composiciones. Aunque ella no se lo proponga, esta canción siempre te pone la carne de gallina.

Ayer Dayna fue más Norah Jones que Nina Simone. Trajo sus canciones, se olvidó del espíritu. Ayer se juntaron muchos factores para quitar magia a un momento que llevaba tiempo esperando. Pero supongo que volverá, pasaré por taquilla y nos volveremos a ver. Un mal día lo tiene hasta el mejor de los albañiles poniendo ladrillos. No dejaré de recomendar su directo a quién me pregunte, esa voz hay que oírla de cerca.
Si alguien tiene dudas acerca de mis palabras, puede leer este artículo.

viernes, 21 de mayo de 2010

Mumford & Sons – Sigh No More

El último descubrimiento que me gustaría compartir (con los cuatro que me leen) lo firman Mumford & Sons. Como casi siempre, llego un pelín tarde, pues al parecer, los londinenses ya gozan de cierto éxito y el reconocimiento en su país (por supuesto en el ámbito en el que nos movemos musicalmente por este blog). En realidad el disco fue publicado el pasado año en el Reino Unido, pero el resto del mundo hemos sabido de su existencia en el presente.
Tres son las principales señas de identidad de un grupo, de un álbum, que me ha atrapado en los últimos días, y que con el permiso de Barzin y The National, de Amigos Imaginarios (el viernes en el Cafe de las Artes) y de Josh Ritter y Band of Horses se ha convertido en el Nº. 1 de mi reproductor:
- La voz de Marcus Mumford. Surge de las tripas. Pertenece a ese tipo de cantantes a los que apenas les hace falta vocalizar con los labios, porque lo hacen con el estómago. Apasionado hasta extremos dolorosos, emociona, transmite.
- Una instrumentación absolutamente tradicional, donde las cuerdas, las guitarras acústicas y, muy especialmente, el banjo, son los principales protagonistas.
- La estructura “en crescendo” de las canciones, donde contrabajo, batería y banjo, sobre todo el banjo, levantan los temas casi hasta tocar el cielo. Hacen uso de unas armonías vocales que recuerdan a unos Fleet Foxes mucho más terrenales, y cuando el tema lo requiere, se apoyan en violines (“Sigh no more”, “White blank page”), trompetas (“Winter winds”, “The Cave”) o el piano (“Thistle and weeds”, “Dust bowl dance”).

Nacidos en Londres hace un par de años y metidos en el ambiguo saco del indie-folk-rock, a pesar de los instrumentos utilizados, a pesar de la influencia irlandesa que desprenden algunas canciones (“Roll away your stone”), a pesar del aire country que desprende el álbum entero, el resultado final no puede ser catalogado en ningún estilo y pudiera serlo en todos. El resultado final es un disco que le debe tanto a The Band como a Arcade Fire, y que pudiera descansar junto a los de Bruce Springsteen sin que nadie se lleve las manos a la cabeza.
Un disco que descubrí hace un par de semanas y que con temas como “White blank page”, que lentamente te atrapa hasta estallarte en las entrañas; como “Timshel”, la pieza más folk y delicada; como “Awake my soul”, preciosa; o como “Dust bowl dance”, la más épica y arrebatadora; se ha hecho un hueco para siempre entre mis favoritos.

jueves, 20 de mayo de 2010

¿Y después del concierto, qué?

A mí estos momentos, casi íntimos, me gusta llamarlos “caviar beluga”. Me gusta diferenciarlos de los baños de masas, sudor, empujones y hormonas en ebullición con los que mucha gente puede relacionar la palabra concierto. Ver a Amigos Imaginarios en El Café de las Artes es un lujo asiático. Algo parecido a como fue ver a Joe Henry en la Escuela de Náutica, como no hace mucho tiempo pudimos disfrutar de Chuck Prophet en el Colegio de Abogados de Bilbao o como descubrir a John Tirado en el mismo Café. UN LUJO! Dicho lo cual, pueden entender cómo me sentía después de la actuación del viernes. No me cabía una paja en el culo, como que quieres a la especie humana sobre todas las cosas. ¿Quién me lo iba a decir? Luego se me pasa, a veces me dura unas horas, otras un par de días, pero se me pasa. Lo primero era comprar el álbum, en vinilo. Soy un romántico y, cuando la ocasión lo requiere, me gusta ponerme tierno. Para quien esto escribe, comprar un vinilo es un acto de amor. Posiblemente no lo reproduzca muchas veces, para eso ya está el CD, se trata de tenerlo, de cuidarlo, y cuando la ocasión lo requiere, escucharlo como quien se bebe un Vega Sicilia de 30 años. Después me lo tenían que dedicar, además me habían encomendado la misión de decirles que "Muñecas Rusas" era mejor que “Wilco (The album)”, de los Jeff Tweedy & Cia. De parte de Joserra, y con la misma opinión al respecto, así se lo hice saber a Santi Campos. Añadí, de mi propia cosecha, que no tenía dudas acerca de quien era el mejor letrista de este país (pero esta es una historia ya contada y no quisiera aburrir a nadie). Creo que se ruborizó con las dos afirmaciones, como si externamente quisiera dar a entender que son dos exageraciones, pero con el pensamiento interior de: -¿y por qué no? Yo estoy absolutamente convencido de ambas, jamás le regalaré adjetivos vanos a nadie. Si digo algo es porque lo siento, si no prefiero quedarme callado. De haber sido el concierto en Santoña, posiblemente una cerveza hubiera servido de excusa para comentar el regalo que nos acababan de hacer, pero al día siguiente había que trabajar y hacía una noche de perros. El regreso a casa fue más largo de lo habitual, los focos del coche con esfuerzo se abrían paso en la oscuridad y la lluvia apenas dejaba entrever las líneas de la carretera. No importó, todavía me duraba esa cosilla en el estómago, me sentía afortunado y el tiempo del viaje lo daba por bien empleado recreando momentos que había vivido en el Café bajo un árbol repleto de manzanas. Sí, ya sé que pensaréis que estaba puesto de ácido, pero realmente así fue. Al llegar a casa, sólo tenía ganas de una cosa: poner el disco sobre el plato y posar la aguja. Un ritual parecido al de un heroinómano cuando calienta la cucharilla. La aguja y la ansiedad también son aquí las protagonistas. A mi manera, yo me considero un Yonki. Las nueve canciones se me hicieron cortas, pero los "Amigos" me indicaron el camino a seguir y el “Ragged Glory” del maestro Neil Young ocupó su lugar en el reproductor, esta vez el lector de Cds. A las dos de la mañana tenía los ojos como platos y muchas ganas de ver The Last Waltz. Hacía mucho tiempo que no veía la película-concierto de Scorsese, hacía mucho tiempo que no le daba la vuelta a un vinilo y sentía el roce de la aguja en su discurrir por los surcos, hacía tan sólo unas horas había estado disfrutando en directo del mejor álbum publicado en este país en lo que va de año, y... ¡a ver quién lo mejora!
GRACIAS!

miércoles, 19 de mayo de 2010

AMIGOS IMAGINARIOS en el Café de las Artes

El viernes pasado las canciones de “Muñecas Rusas” se hicieron realidad. ¿Pero, no eran ya una realidad?
Cuando un disco lo consigues por Internet, lo guardas en el disco duro y lo reproduces en tu MP3, no dejan de ser unos cuantos megas que ocupan un espacio virtual en tu ordenador, no se tiene la sensación de que sea algo real. Cuando el disco es una maravilla del calibre de “Muñecas Rusas”, la sensación de irrealidad es todavía mayor, como si algo tan bueno no pudiera haber sido facturado por alguien con quien puedas hablar, a quien puedas tocar. Pues bien, el viernes he tocado el disco con mis manos, he leído las letras , he podido escuchar esas canciones a escasos tres metros de la banda (os doy mi palabra de que son de verdad), y han sonado todavía mejor que en el álbum, han sonado vivas, les hemos visto el alma. Santi se ha abierto las entrañas (gesto que ha repetido literalmente en varias ocasiones a lo largo del concierto) -“…todas las canciones hablan de lo mismo”. La herida está curada, posiblemente cicatrizada, pero todavía duele. Se ha desnudado ante nosotros porque se sentía a gusto, porque vive sus canciones y porque a la banda le gusta interpretarlas, disfrutan tocando juntos. Es emocionante como cuando el segoviano es el protagonista (por ejemplo en “Vendiendo Arena”) el resto hacen coros, casi imaginarios, apartados del micrófono y sintiendo cada verso como suyo.
Y… hablando de “Vendiendo Arena”, es de esas canciones que provocan un escalofrío en la espalda, de las que justifican un concierto, quizás la mejor de la primera parte de la actuación, -“compuesta en un momento en que no tenía nada que decir”. Data del 2005 y demuestra que ya por entonces el señor Santi Campos era el genio que ha terminado por explotar. ¿Alguien tenía dudas acerca de quién es el mejor letrista de este país?
Pero vayamos al principio. “Ana y los Desastres”, una de las mejores piezas de su último disco, es la elegida para abrir la velada. No creo que haya sido fruto del azar. Ester brilla especialmente. La voz de Ester es preciosa, a pesar de lo cual no abusan de ella, simplemente interviene lo justo cuando la canción lo pide, como Neko Case en los New Pornographers. Y seguidamente, como para terminar de romper el hielo, “El Hombre Menguante”, su canción más pop, su último “single” (al menos virtual).

–“Quizá estemos tocando un poco alto...” “...pero es que somos un grupo de rock...”. El Café de las Artes tiene buena acústica, pero no muchos metros cuadrados y, claro, tampoco se trata de tocar como en una gran sala, a pesar de lo cual no deja de ser especial. Pronto muchas bandas pagarán dinero por actuar en un lugar que parece salido de los decorados de Alicia en el País de las Maravillas, donde además, el trato es amable y cercano, donde uno no puede evitar la sensación de sentirse como parte de un pequeño grupo de elegidos, al margen del resto del mundo. Tras un breve repaso a su discografía inicial, la segunda parte tiene como protagonista a la obra que vienen a presentar, y me gusta emplear la palabra OBRA porque después es muy fácil añadir MAESTRA. En “Cleopatra, Reina de Africa” Santi comienza cantando en solitario, un poco separado del micrófono y con el piano de fondo. Cada palabra que pronuncia le duele, cada tecla que pulsa Charlie es un puñal, y ese dolor se hace insoportable hasta que grita: -“Reías y besabas”. La canción estalla con la entrada del bajo y la batería, y... cuando parece imposible que pueda seguir creciendo, los coros de Ester acuden en su ayuda para cantar -”Ahora no quieres besarme”, y te rindes ante la mejor canción del álbum, grande en estudio, enorme en directo. La explicación del autor nos ayudó a comprender el por qué de la rabia al interpretar “Un poco más feliz”: -“...Hubo un tiempo en que hice responsable de mi escaso éxito a la falta de talento. A los músicos de mi entorno les iba mejor que a mí y acepté un hecho tan sencillo como que tenían más talento que yo. Decidí abandonar el mundillo y dedicar mis fuerzas y mi tiempo a la persona que más quería... a la persona que realmente me hacía feliz...” “...esta canción está escrita antes de que ella me dejara...”. Nunca volveré a escuchar esta canción como antes de conocer la historia y su versión en directo. Podría detenerme en cada una de los temas, pero... Quizá baste con decir que Charlie Bautista se salió. El órgano y el teclado en directo nos muestran matices que le hacen pieza fundamental en el sonido “amigos imaginarios”. Quizá baste con decir que Ester canta mejor que nunca, mejor que en el álbum, mejor que en ninguno de los discos anteriores. Quizá baste con decir que Jesús Montes y Sebastián Giudice, son el motor y el corazón de cada una de las canciones. Quizá baste con decir que se conocen perfectamente, su sonido es clásico, los silencios, muchas veces, son tan importantes como los solos de guitarra, beben de las fuentes del mejor rock americano y las muestran sobre las tablas con un directo que cerrando los ojos te hace pensar en THE BAND en el año 2010.
-¿Os lo estáis pasando bien?” “Nosotros también”. Llevaban un mes sin verse y se alegran sinceramente de volver a tocar juntos, disfrutando de hacerlo tanto o más que el público presente. Aunque tan larga inactividad le jugó a Santi una mala pasada con la letra de “Lobos e Insectos”, la comenzó a cantar hasta en tres ocasiones, Ester le chivaba la letra de la primera estrofa y, mientras tanto, Sebastián y Jesús mantenían el tipo, logrando incluso que quedara natural, como la versión remezclada del tema. Y siempre, contando con la complicidad de un público que, en momentos como el relatado, tuvo la sensación de que el grupo estaba actuando delante de un montón de conocidos, en una rara mezcla de confianza y la tensión propia de un concierto. En los bises llega el turno para la cover de Neil Young “The days that used to be”, que en su versión en castellano retitulada “Donde Yo solía vivir”, les pertenece tanto como el original al músico de Toronto. Y para finalizar: “Canción del Frío”. Era el día perfecto para interpretar el tema (llovía a mares en Santander). Estábamos en el lugar perfecto para interpretar el tema (una sala en absoluto silencio). Es la canción perfecta para concluir un concierto. No hay tema en el mundo que se pueda tocar después de “Canción del Frío”. ¿Alguien tenía dudas acerca de quién es el mejor letrista de este país?
La fiesta había terminado. Sin embargo, ante la insistencia del público, el grupo se dejó querer. Retomaron sus instrumentos y atacaron “The Weight”, ¿dije que no había tema posible tras “Canción del Frío”? Los cinco se suceden en el protagonismo vocal y el lucimiento instrumental. Los canadienses eran THE BAND, Amigos Imaginarios son LA BANDA. Dejaron bien claro por qué “se cargaron a ese tipo de barbas” que, hace casi cinco años, protagonizaba la portada del álbum que finalmente dio nombre al grupo.

sábado, 15 de mayo de 2010

JOSH RITTER - So Runs the world away

Tres años han transcurrido desde su anterior trabajo. Un periodo que Josh Ritter define como una sombra que amenazaba con cubrir su talento creativo. Cuenta el propio artista, que a pesar de sus esfuerzos durante todo este tiempo, la oscuridad lo cubría todo, se sentía incapaz de componer una canción; hasta que, de repente, apareció “The Curse”, como una revelación, se le presentó, y tras ella el resto del álbum, incluida una novela: Bright’s Passage, que publicará proximamente y que, en un principio, iba a ser una canción más –“hasta que creció demasiado”.
Con este disco comienza una nueva etapa en su vida. Y conocida la historia que hay detrás de su gestación, caes en la cuenta de por qué “The Curse”, es el tema que no te cansas nunca de escuchar, un hermoso vals que por sí sólo merece un álbum a su alrededor (y de hecho fue el principio y la razón del mismo); por qué “Change of Time” ha sido la elegida para abrirlo, un clásico marca Ritter, que dentro de 20 años seguirá interpretando en sus conciertos; y también por qué “Long Shadows”, la última del Cd, deja bien claro en su primer verso: - “No tengo miedo a la oscuridad, hemos estado antes aquí...”.
Yo le doy las gracias a la oscuridad, porque tras tres años, la luz nos muestra la mejor obra de Josh Ritter, el mismo a quien por una estúpida fijación siempre asocio al nombre de Richard Hawley, y posiblemente sólo tengan en común su aspecto de songwriters solitarios, de crooners, y que cada uno a su manera me pueden emocionar por igual. El músico eternamente agradecido a Irlanda, porque fue allí donde primero se reconoció su talento (Yo mismo en un principio pensé que se trataba de un artista irlandés). El artista que descubrí con “Hello Starling”, el que me cautivó con “Animal Years”, el autor de “Girl in The War”, de “Kathleen” y de “Empty Hearts”. Y vuelve con un álbum diferente a sus cinco anteriores (directos y EPs aparte), pero que tiene detalles de todos ellos. Vuelve con su disco más épico y también el más contenido, el más cuidadamente arreglado y el más desnudo; donde las acústicas, el piano, las trompetas y su delicada voz, te sumergen en su propio mundo, un mundo que comparte con Leonard Cohen, con Bob Dylan, con Nick Cave, con Paul Simon, con Jeff Buckley..., y con todos nosotros. Un mundo que se nos muestra como una colección de baladas folk, de valses, de blues, y de rock. Hay, casi, una canción para cada momento, para cada estado de ánimo, desde la delicadeza de “Southern Pacifica”, con Nick Drake en la memoria, hasta “The Remnant”, que Tom Waits podría cantar a través de su megáfono. Y si tuviera una emisora de radio... posiblemente no dejaría de emitir “Lantern”, un hit en esas listas imaginarias que nunca se hacen realidad.
Pero además, “So Runs the world away” no es sólo su mejor trabajo a nivel musical, sino también literario; donde dos canciones destacan sobre el resto: “Folk Bloodbath”, una historia de asesinatos y fantasmas, que parece salida de la pluma de Edgar Allan Poe, y “Another New World”, un relato de casi ocho minutos, una bella historia de amor entre un marinero y Annabelle Lee (su barco), de trágico final: al quedarse atrapados en el hielo, se ve obligado a prenderla fuego para salvar su propia vida.

No llamaré rescate a lo que me trajo aquí
de vuelta al viejo mundo para beber y hundirme
Y pretender que por la búsqueda de un nuevo mundo
valiese la pena la quema del mío.
Pero a veces, de noche mis sueños me traen el canto
de algún conocido pájaro tropical
y sonrío en mi sueño pensando en que Annabelle Lee
finalmente ha llegado a otro nuevo mundo

Bendita oscuridad.

viernes, 14 de mayo de 2010

Turin Brakes - Outbursts

Hay un video de unos soldaditos que ha estado dando tumbos por la barra lateral de esta página. Lo coloqué un buen día con intención de hablar, no tardando mucho, del álbum que acababan de publicar los autores de la canción que escenifica. Pero por una u otra razón, lo he ido posponiendo, hasta que debido a la insistencia de una lectora, y amiga, y por su preocupación ante la desaparición del video en cuestión, le ha llegado el momento.

Las buenas nuevas nos vienen, esta vez, desde Londres: Turin Brakes acaban de entregar una maravilla. En su día, principios de siglo, con motivo de la publicación de su primer álbum, se les metió en el saco del “nuevo movimiento acústico” o NAM (New Acoustic Movement, como les gusta decir a los ingleses), a la cabeza del cual estaban los Kings of Convenience y otros con mejor suerte (y ventas) como Elbow o Starsailor. Las guitarras acústicas y las armonías vocales eran los protagonistas de un álbum que debería haber figurado en todas las listas de aquel año, el 2001, con el que consiguieron, incluso, un relativo éxito. Desde entonces, nunca habían alcanzado las cotas de emoción de su debut. Ahora, casi una década (y cuatro discos) después, las han superado. El tiempo me dará la razón, pero es como si desde la publicación de “The Optimist Lp”, todo su trabajo hubiera tenido como fin sacar a la luz “Outburst”.
Los juegos de voces siguen ahí, éstos son marca de la casa: el timbre de Olly Knights (ambiguo hasta el punto de resultar difícil afirmar que quien está cantando se trata de un hombre o una mujer) y las guitarras y voces de Gale Paridjanian, son la base sobre la que se siguen construyendo los temas, canciones que nos transportan a principios de los 70. La que abre el disco, “Sea Change” (motivo del video), puede recordar a los Fleetwood Mac de la época; el espíritu de Crosby Stills, Nash & Young está presente en cada una de las joyas que conforman el álbum; el de Cat Stevens, en los momentos más delicados; el de Simon & Garfunkel brilla especialmente en “Embryos”; y por supuesto, el de America (la banda), en temas como “Apocolips”.

Y sin embargo, aun con todas estas referencias, el término folk-rock no les haría justicia. Una sección de cuerda empuja canciones como “Rocket song” o “The invitation” por encima de las tierras californianas; en “Paper Heart” y “The letting down”, los coros parecen a cargo de la mismísima Jesse Sykes, quedando un regustillo a country-noir que les sienta de maravilla (de verdad que le he dado mil vueltas al libreto para buscar en los créditos el nombre de la cantante de Seattle); y rizando el rizo, en “Radio Silence” parece que los arreglos corriesen a cuenta de los mismísimos Pixies.


Y la suma de todo es esta maravilla titulada “Outburst”.

jueves, 13 de mayo de 2010

7 Razones para ver a los Amigos Imaginarios

¿Por qué acercarse a disfrutar del directo de Amigos Imaginarios?
1.- Porque Santi Campos es el mejor compositor de este país. Un letrista capaz de crear canciones que pudieran leerse sin música, y de contar historias en las que te sumerges y te conviertes en el protagonista, con la convicción de que eres tú quien lo ha vivido, o mejor aun, quien lo está viviendo. Y se podría abrir un debate y nos acordaríamos de José Ignacio Lapido, Love of Lesbian, Tulsa, McEnroe, Fernando Alfaro, Abraham Boba..., nombres que probablemente el propio Santi citaría si alguien le hiciera tal afirmación, ya que además de buen escritor es modesto (Y un tipo amable y agradable).
LOBOS E INSECTOS
2.- Porque Santi tiene una carrera sin mácula, que se remonta a finales de los 90 con Malconsejo; que continúa en solitario con dos discos extraordinarios: “Pequeños incendios” y “Amigos imaginarios”, donde Neil Young, Dylan y Elliott Smith componen canciones en español; y que tras “El Invierno Secreto”, bajo la firma de Santi Campos y Los Amigos Imaginarios, finalmente el grupo ha ganado protagonismo y se ha adueñado del nombre, publicando otros dos álbumes: “El maestro de Houdini” y “Muñecas Rusas”. Y va siendo hora de que se le reconozcan sus meritos a alguien de su trayectoria, un artista que hace tiempo que debería vivir (y muy cómodamente) de su música.
APRENDIENDO A VOLAR (demo)
3.- Porque cada uno de los álbumes arriba citados ha sido mejor que el anterior, hasta llegar a “Muñecas Rusas” que es UNA PUTA OBRA MAESTRA. Casi todos los discos anteriores se pueden comprar por 5 € en Rock Indiana y, para colmo, el último te lo regalan en su propia web y en el formato que quieras. Eso sí, yo quiero mi original firmado.
CLEOPATRA REINA DE AFRICA
4.- Porque el nombre de Santi no ha desaparecido porque sí, sino que cada uno de los componentes del grupo es fundamental y juntos han forjado un sonido “Amigos Imaginarios”, muy cercano al rock americano. Hay muy buen rollo entre ellos y eso se nota sobre el escenario.
DONDE YO SOLIA VIVIR (cover de Neil Young: “The days that used to be”)
5.- Porque cantando en español, han conseguido que suene natural. El rock está concebido para ser cantado en inglés y son muchos los buenos textos en castellano que suenan forzados, encajados entre los versos y la estructura de una canción. No es el caso, hacen que te creas que el español sea el idioma del rock. Y de eso es tan responsable Santi como el resto de la banda, donde guitarras, bajo, batería, órgano y coros cumplen con el cometido de vestir, de mejorar las letras y de hacerlas fluir.
EL HOMBRE MENGUANTE
6.- Porque tienen un directo cojonudo. Se lo pasan bien encima del escenario y trasmiten buenas sensaciones. Son una gran banda. Yo les vi hace poco más de dos años teloneando a los Posies, y os aseguro que me gustaron más que los cabezas de cartel. Remataron la jugada con "The Weight" de The Band y les quedó de cine, con invitados incluidos.
UNA HISTORIA DE TRES

7.- Y finalmente, porque el Café de las Artes tiene una buena acústica, es un lugar especial, diferente, y con la ayuda del grupo nos olvidaremos de nuestros problemas durante un par de horas. Y por tan sólo 5 €.

¿Quieren más razones?
Se me ocurren unas 60, tantas como canciones.
Nos vemos el viernes a las 21:00 horas.

martes, 11 de mayo de 2010

Barzin – Imanol Larzabal K. E. Lugaritz, San Sebastián

Es frecuente cuando se intenta describir la música de Barzin recurrir a la melancolía, la introspección, el minimalismo y... a mí me gustaría añadir la belleza, la belleza, la belleza... Quien todo lo clasifique, posiblemente les incluya en el cajón del slow-core, e ineveitablemente se les compara con artistas más conocidos como Low, Red House Painters o, incluso, Mazzy Star. Y aunque todas esas referencias nos puedan ayudar a situarles, si algo caracteriza a la música de los canadienses es su calidez: te abraza, te arropa, te acompaña. Sus álbumes reposan en la estantería junto a los de Mojave 3, los ingleses, quizás más optimistas, bien pudieran ser la otra cara de una misma moneda, que a fin de cuentas, caiga del lado que caiga, se muestra hermosa. Sin embargo, todo esto, que puede resultar perfecto para abstraerse del mundo disfrutado en la soledad de una habitación, no tiene por qué funcionar en el cara a cara del directo. El contacto, la atención, la comunicación con el público, muchas veces, requiere de algo más que bellas canciones. Y con esa duda me acerqué el pasado viernes a Lugaritz, precisamente a Lugaritz. Las circunstancias me llevaron al barrio donostiarra del Antiguo, hace ahora tres meses, cuando The Duke & The King pusieron la semilla que hizo posible el nacimiento de este blog. Podría haberse quedado en la crónica de un concierto perdida en el ciberespacio, pero la semilla germinó y, regada con vuestro apoyo, ha crecido más de lo que nunca imaginé. Hace tiempo que sabía que Barzin visitarían el Café de las Artes santanderino y también hace tiempo que supe que no podría asistir: el trabajo me permite pagar la entrada de los conciertos y, en muchas ocasiones, también me impide asistir a los mismos. Pero la vida es caprichosa y, como si estuviera predestinado a ello, hizo coincidir mi paso por San Sebastián con su actuación en la ciudad. Mi segundo concierto en la Kultur Etxea Imanol Larzabal de Lugaritz también fue digno de dar lugar, por sí solo, al nacimiento de un nuevo blog. Mis dudas al respecto de si los temas, tan cuidados en el estudio, funcionarían en vivo quedaron rápidamente disipadas. Sobre el escenario los cuatro músicos (guitarra acústica y voz - vibráfono o acordeón - batería - y guitarra eléctrica o slide) hacen crecer las canciones y la sensación de monotonía, que pudiera despertar la escucha de sus primeros álbumes, desaparece ante un directo en el que su último trabajo, “Notes to an absent lover”, es el protagonista y dónde los rescates de sus anteriores entregas suenan a gloria bendita. El cuarteto que surge tras el telón es el mismo con quienes hace menos de una hora he coincidido tomando un vino en un bar cercano (vino que ellos acompañaron de jamón). Barzin Hosseini, el lider del grupo, ejerce como tal, lleva la iniciativa con su voz y con una guitarra acústica que toca delicadamente, que acaricia, y que me recuerda en su manera de hacerlo a otro canadiense: Leonard Cohen. El resto de la banda se une progresivamente: primero la batería (tocada con escobillas), luego vibráfono y finalmente la slide, empujando lentamente la canción elegida para abrir la velada, “Past all concerns”, hacia un clímax que nunca termina de estallar pero que te mantiene cinco minutos en permanente escalofrío.
Esta canción vale por un álbum entero, por un concierto entero. Y, sin embargo, lo mejor estaba por llegar.
Tras la sentida interpretación de “Nobody told me”, el cantante nos pide permiso para beber un trago de vino: - “Lo siento, pero después de tocar esta canción necesito echar un trago...” Amabilidad. Amabilidad es el sustantivo que faltaba en la lista citada al principio. Su música pide permiso para entrar en tu vida, te conquista y... se queda para siempre. Y su creador hace gala de una educación, de una cortesía, poco frecuentes. Tanto al cantar como al dirigirse a la audiencia, lo hace cuidando la pronunciación y la elección de las palabras: – “No hablo español, inglés es lo único que os puedo ofrecer. Lo siento... Nuestro último álbum, publicado el año pasado, trata acerca de la ruptura... Sin embargo, después de la gira europea he vuelto a creer en el amor. He visto a mucha gente enamorada, y he visto a mucha gente enamorarse en nuestros conciertos... He vuelto a creer en el amor”. Y nos da un consejo: – “Nunca dejéis de enamoraros”. Se dirige al resto del grupo y les repite: – “Nunca dejéis de enamoraros”. Comienza “Queen Jane” y la reacción del público es inmediata, es la canción por la que muchos hemos pagado la entrada. Estamos en el quinto tema y la emoción conseguida con el primero no había disminuido un ápice, la emoción no decrecería en toda la actuación. Difícil cometido, conseguido gracias a un repertorio exquisito y a la interpretación sincera de unas canciones que evidencian dolor y belleza a partes iguales.
Durante poco más de una hora nos mantuvieron en un estado de ensoñación apenas roto, casi al final, por la catártica interpretación de “Look what love has turned us into”. Sólo un bis nos regalaron en un concierto cuyo único pero fue su corta duración. Quizás nadie reparó en que el vaso de vino (que Barzin apuraba tema tras tema) se había consumido. Y nos había avisado: – “Vamos a estar cinco días en España y queremos beber todo el vino que podamos...”. Se despidieron con una canción nueva, más optimista, igual de bella. Se encendieron las luces. El sueño terminó. No había muchas caras conocidas a mi alrededor, pero sí alguna que me trasladó a la todavía cercana actuación de The Duke & The King. Recuerdo especialmente a una pareja a los que hace tres meses vi discutir, incluso llorar. Esta vez salieron juntos, abrazados. Lo que parecía una broma se había hecho realidad: – “Nunca dejéis de enamoraros”. Les aseguro que si una sensación me dominaba después del show era la de estar enamorado. Los asientos de mi derecha e izquierda estaban vacíos y la persona a quien me hubiera gustado abrazar se encontraba a 200 km. Estaba jodido y, les doy mi palabra, salí enamorado. Fotos: El Humilde Fotero del Pánico (07-05-2010)

martes, 4 de mayo de 2010

Broken Bells

Para un servidor, darse una vuelta por Bilbao suele tener como inevitable consecuencia volver con cuatro o cinco discos en el zurrón (a veces son más, pero procuro ser discreto para que quien comparte su vida conmigo, pero no esta puta obsesión, no se lleve mal rato). El caso es que un fin de semana no muy lejano, tocaba darse un paseo por una de las ciudades más atractivas (y ahora también más bellas) de la costa norte, y vino a mí (yo no tenía intención de comprarlo) el álbum de Broken Bells. Un par de videos que circulan por la red me pusieron la miel en los labios, y encontrarme el disco en el cajón de las novedades (a muy buen precio)... No me pude resistir.

Brian Burton, más conocido como “Danger Mouse”, tiene un nuevo compañero de aventuras: James Mercer, cantante de los Shins. Suele ocurrir que músicos procedentes de diferentes estilos, de diferentes mundos, tienen más en común de lo que se les pudiera suponer. He de reconocer que los trabajos del “Ratón Peligroso”, como tal o como Gnarls Barkley, están muy lejos de mis gustos musicales. Miré con recelo su participación en el último álbum de Sparklehorse. Pero amigo, los prejuicios, cuando de música se trata, hay que dejarlos correr por el desagüe y, ¿qué les voy a contar de su siguiente colaboración? Compartiendo créditos Danger Mouse & Sparklehorse facturaron el año pasado un disco sobrecogedor, la banda sonora del proyecto audio-visual de David Lynch, de título Dark Night of The Soul. Mark Linkous no quiso disfrutar en vida de la publicación del mismo y, ¡qué cojones!, Burton se ha buscado un nuevo compañero con quien explorar la vena rock y pop que lleva dentro.
Al parecer su primer encuentro data del 2004, en el Roskilde festival celebrado en Dinamarca. Entonces descubrieron que ambos compartían gustos musicales y se emplazaron para una futura colaboración. El futuro tardó en convertirse en presente, pero no fue por casualidad que James Mercer pusiera su voz en la canción "Insane Lullaby" del proyecto de Lynch. Se afirma en los mentideros musicales que el dúo llevaba trabajando en la grabación de “Broken Bells” desde 2008 y que registraron un total de 28 canciones, con lo que la sucesión parece asegurada.
Esta vez el resultado de la unión de diferentes especies es un híbrido maravilloso, donde el autor de “Wincing The Night Away” pone voz y tiñe de psicodélia y pop sesenteros las turbias atmósferas creadas por “Danger Mouse”. “The High Road” será pieza destacada en las recopilaciones imaginarias de lo mejor del año, una canción con una melodía irresistible, un clásico que podría haberlo sido igualmente hace 40 años, pero que ha sido compuesto (al menos publicado) en el 2010; “Sailing To Nowhere” o “Mongrel Heart” serían las elegidas para poner la música de mi western particular; “Your Head is On Fire” y “Vaporize” dos preciosas muestras de folk electrónico y “The Ghost Inside” la canción perfecta para bailar en la oscuridad (en el hipotético caso de que a mí me diese por hacerlo). Pero éstas son sólo la media docena de canciones que sobresalen del resto en una primera escucha, el álbum se puede, se debe, escuchar del tirón. Buenísimo, original, de principio a fin.
Lo dicho: un híbrido maravilloso, en el cual es difícil asegurar cual de los dos progenitores tiene más peso genético. James Mercer se ha apresurado a desmentir una posible disolución de los Shins. Los fans se han quedado tranquilos y los que no lo somos tanto nos frotamos las manos imaginando de qué manera el sonido de Broken Bells puede afectar a las futuras producciones del grupo de Seattle.